7 de diciembre de 2015

Nietzsche. El valor de la voluntad de engaño.


En las primeras páginas de Más allá del bien y del mal, Nietzsche afirma que los metafísicos de todos
los tiempos se caracterizan por la imposibilidad de concebir que una cosa podría surgir de su antítesis (por ejemplo, la verdad, del error, la voluntad de verdad, de la voluntad de engaño). Para estos metafísicos es preciso que las cosas de sumo valor tengan un origen distinto, propio: “En el seno del ser, en lo no pasajero, en el Dios oculto, en la ‘cosa en sí’ -ahí es donde tiene que estar su fundamento, y en ninguna otra parte!”. Este modo de juzgar constituye para Nietzsche el prejuicio típico por el cual se puede reconocer a un metafísico de un tiempo cualquiera. “Esta especie de valoraciones se encuentra en el trasfondo de todos sus procedimientos lógicos; partiendo de este ‘creer’ suyo se esfuerzan por obtener su ‘saber’, algo que al final es bautizado con el solemne nombre de ‘la verdad’. La creencia básica de los metafísicos es la creencia en la antítesis de los valores".
Pero Nietzsche pone en duda la existencia de antítesis y considera a las valoraciones de los metafísicos como meras estimaciones superficiales, provisionales. Y aunque reconoce el valor de lo verdadero y desinteresado, considera sin embargo que es necesario atribuirle “a la apariencia, a la voluntad de engaño, al egoísmo y a la concupiscencia un valor más elevado o más fundamental para toda vida.”

Por esta razón, para Nietzsche, el nuevo filósofo que surge en el horizonte es aquel capaz de percibir que lo que constituye el valor de aquellas cosas buenas y veneradas consiste en el hecho de “hallarse emparentadas, vinculadas, entreveradas de manera insidiosa con estas cosas malas, aparentemente antitéticas, y quizá en ser idénticas esencialmente a ellas.”

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