“Ahora el hombre llamado Pepe no
vivía estrictamente ahí sino que cambiaba sin parar de casa desde esa vez,
mucho antes que Assunta se metió con todo a poner caños cuando a las tres de la
mañana, en pleno agosto, unos tipos de civil entraron con unos vigilantes a
punta de ametralladora a buscarlo a Pepe, y sacaron a todo el mundo al patio en
calzoncillos, con cero grado y a mover los piecitos che, para calentarse y
revolvieron toda la casa, encontraron una razón de mi vida y unos almanaques
con fotos del hombre y un marco de plata para la foto de evita y juntaron todo
en medio del patio mientras uno pateaba el piso buscando el sótano que no encontraron
porque la entrada estaba debajo de la cama del abuelo y donde el hombre llamado
Pepe estaba acurrucado, con una pistola esperando que bajaran a buscarlo.
Después de cortarle hasta el colchón al abuelo y sin encontrar discos ni
órdenes ni rastros de ese Pepe que jodía tanto la paciencia agitando a los
sindicalistas se fueron pero uno de los muchachos con ametralladoras rompió
ante los ojos de Asuntta la foto de evita en pedacitos y le dijo con amargura
¿cuando aprenderán salvajes? Y vean cómo les estoy haciendo un favor. Después
roció el montón con nafta y le prendió fuego en el patio Y todo pronto fue cenizas (…)”.
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