Ella: suena el timbre. Sé que estás detrás de la puerta. Me dijiste que ibas a venir y cumpliste. Cumpliste, incluso sabiendo que no te iba a abrir. Pero ahí estás, seguro de que tarde o temprano me voy a aflojar. Suena el timbre. Me levanto y pongo el ojo en la mirilla para confirmar que seas vos, aunque no hace falta confirmar nada, estás ahí, lo sentí antes de verte, apenas apoyé el pecho en la puerta para acercar el ojo a la mirilla. Como si presintieras que en ese mismo momento del otro lado estoy yo, me llamás, mi nombre suena en tu boca una y otra vez, mi nombre y una respiración cortada y después el sonido grueso de tu voz inconfundible que me dice que tenemos que hablar y que viniste de muy lejos para verme, que pasó demasiado tiempo y que a partir de ahora querés, decís que querés algo pero te cortás, y después volvés para decir que en el otro país no hiciste otra cosa que extrañarme cada hora de cada día y ahora estás ahí, con tus patillas, tu chaleco, tu pantalón de lona gris, esperando que te abra para que vos me puedas ver, para que yo pueda verte, no lo decís pero está claro que también esperás que nos abracemos, nos besemos, apenas abra la puerta, pero no te abro, no me muevo, no quiero hacer el menor movimiento, no quiero hacer el menor ruido que te indique que estoy acá en esta casa, que alguna vez fue de los dos, antes que enloquecieras, antes que empezaras a decirme que no podías ya más con nuestra relación, antes que se te ocurriera que no querías vivir conmigo, antes que te pelearas con todos tus amigos, hasta Silvio, el mejor, el que más te quería, empezó a esquivarte después que lo insultaste tanto, después que le mostraste todo tu desprecio, justo a él que tanto te sostuvo en los peores momentos, por eso tal vez tuviste que dejar el país, te quedaste sin nadie que te soportara, y ahora, después de tanto tiempo venís para hacerme creer que cambiaste y es probable que te crea, es probable que hayas cambiado, y es posible que hasta te quiera como te quería cuando te ibas y no volvías por una semana, o cuando llegabas borracho pidiendo que te perdone y entonces quería protegerte de todo como si fueras un chico, tal vez ahora estás detrás de la puerta para pedir perdón como entonces, para pedirme que te crea como te creía cuando volvías, y estaría muy dispuesta a creerte, lo que pasa es que ya no depende de mí, lo que pasa es que también cambié, algo se movió dentro de mí, algo respira de otra manera, y si abriera y te dijera esto el que no me lo creería sos vos, seguro vas a pensar que estoy fingiendo, que estoy tratando de hacerme la dura para hacerme valer un poco, porque en el fondo lo único que me interesa es que volviste, que ya estás acá y no veo la hora de abrazarte y cubrirte de besos y llevarte a la cama y recuperar todo lo que perdimos en todo este tiempo, pero te juro que no es así, te digo, sos una figura de otro lugar, y por eso no puedo entender que ahora estás ahí y que te pueda ver por la mirilla, como antes, ahora tu voz es como un eco del pasado y sos como un espectro que está detrás de la puerta, un fantasma que busca volver a tener carne, piel, voz, suena el timbre, esta vez sostenés el dedo para que no pare de sonar, volvés a llamarme, hay algo desesperado en tu voz que hace que me ponga a llorar, me tengo que alejar de la puerta por miedo de que me escuches, doy unos pasos atrás, me meto en el baño, suena el timbre, lloro, porque tengo ganas de abrirte y porque de pronto se me aparecen miles de imágenes en las que estamos vos y yo juntos, en una playa un día nublado con los pies en el agua, o cantando los dos al ritmo de tu guitarra mientras el sol se oculta en un campo, o en un boliche donde todos nos miran bailando como si fuéramos la pareja perfecta, suena el timbre pero esta vez empezás a golpear la puerta con violencia, de pronto te convertís en aquel que viniste a dejar atrás, y tanto ruido hace que Silvio, que duerme en la que era nuestra cama, en nuestra habitación, se despierte, se levante, me busque por toda la casa, mientras la penumbra del día que se acaba lo invade todo, estamos en la oscuridad y Silvio es una sombra que se desplaza y entiende todo y quiere abrirte pero me arrojo sobre él, lo beso en la boca, le rodeo la cara de besos, lo abrazo con todas mis fuerzas como si fuera mi salvación, es mi salvación, es quien me sacó del pozo en el que me metiste, suena el timbre pero ya no lo escuchamos, lo llevo conmigo de a poco sin dejar de besarlo, lo voy empujando hasta la puerta de la habitación primero y después hasta la cama sin que se dé cuenta, me doy vuelta, cierro la puerta con muchísimo cuidado, el timbre suena, tu voz suena, tus golpes en la puerta suenan, pero ahora Silvio y yo estamos en la cama, una vez más los dos desnudos, un cuerpo contra el otro, tu voz se va extinguiendo, el timbre deja de sonar.
Héctor Levy-Daniel
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