El: y si yo te espero enfrente de la puerta del jardín, día tras día te veo pasar por la vereda y pararte siempre en el mismo rincón, a la sombra de un jazmín paraguayo, te quedás ahí casi sin hacer un solo movimiento, como si alguien te hubiera dibujado en ese lugar, salvo para saludar a alguna madre que viene también a buscar a un nene o una nena y te da un beso y te dice un par de palabras, vos el mismo gesto amable que te conozco desde siempre, cada tarde te veo y me digo que es imposible, te observo y vos ni siquiera me podés reconocer, muchas veces nos cruzamos y me miraste sin prestarme ninguna atención mientras yo aprovechaba esos segundos en que estábamos frente a frente para fijar tu imagen en mi retina y comprobar que a pesar de tantos y tantos años seguís siendo exactamente la misma, aunque el color de tu pelo ha variado ahora ya no es tan rubio sino de un castaño muy claro, tu belleza se mantiene intacta y aunque tantas veces te vi en la televisión, aunque tantas veces me quedé hipnotizado con tu figura, tus ojos claros que miraban a cámara, tu sonrisa que tanto me protegía en otro tiempo, como los abrazos, los besos, las palabras amorosas, las promesas, entonces solamente eras una imagen en la pantalla para millones de personas, para todos menos para mí, y ahora cada tarde estás a una distancia que puedo recorrer en pocos segundos pero no me atrevo, no me atrevo aunque para esto volví desde tan lejos, a esperarte uno y otro día hasta que me encuentres, me reconozcas, también yo viví mucho y al mismo tiempo si no estabas conmigo no viví nada, el tiempo se precipitó, soy el mismo de siempre pero ya no puedo saltar como antes, y tengo que usar lentes gruesos para seguirte con la mirada, tal vez por eso no podés darte cuenta de quién soy, pero hoy algo sucede, tal vez un milagro, una mujer de pelo rojo y lentes de sol te saluda pero vos ni te das cuenta porque estás distraída, fijás toda tu atención en mí, hay algo en mi mirada que te llama, la mujer de pelo rojo te habla sin parar, no se da cuenta de que no la escuchás, vos seguís con la vista fija en mí, la dejás a la mujer hablando sola, sonreís, te acercás, y me preguntás si soy el que creés que soy, y ahora el que sonríe soy yo, cuando te digo que sí, que soy ése que crees que soy, me rodeás con tus brazos en un abrazo interminable, repetís mi nombre una, dos, diez veces sin dejar de abrazarme, me ametrallás a preguntas que no respondo, solamente me río y me río, ahora el que te abraza soy yo, quiero que mi abrazo dure para siempre, tantos años soñándote, tantos años mirándote a través de una pantalla de televisión, pero ahora estás ahí, te puedo tocar, te puedo sentir, te puedo abrazar, permanecemos los dos en silencio, vos aprisionada en mis brazos hasta que me preguntás si no estaba viviendo en Madrid y yo me apuro y respondo que sí, que viví en Madrid hasta hace muy poco pero que ahora estoy aquí por vos, muchas veces me imaginé el encuentro y jamás se me ocurrió decirte en esa escena ensayada lo que ahora te digo, pero una energía incontenible me obliga a confesarte eso, no encuentro la manera de evitarlo, es una locura pero ya está, ya lo sabés, tanta emoción me perturba y siento que me mareo, me preguntás si todo está bien y escucho tu voz y me doy cuenta de que sos real, no es una escena imaginada, el tono de tu voz gruesa y femenina es real, y te tranquilizo, te digo que es la emoción de haberte encontrado, me preguntás cómo te ubiqué y en el mismo momento en que estoy por responderte sale una nena rubia con dos trenzas negras y cachetes rosados y corre hacia vos y se abraza a tus piernas, y vos te ponés en cuclillas y la abrazás y te abraza, la nena me mira y vos me presentás a Abril, tu nieta que me sonríe y me dice “hola Blas” y yo me agacho y le doy un beso en el cachete gordo, de pronto algo te incomoda de todo este encuentro y me decís que te tenés que ir con un gesto de pena, para mí es el fin pero junto fuerzas y te respondo que quiero verte, decís un número de teléfono que yo trato de retener, pero se me perdieron dos cifras y te pido que me lo repitas, te das cuenta de que estás demasiado nerviosa, repetís con lentitud cada una de las cifras que voy grabando a fuego en mi memoria, me das un beso en la mejilla y en un segundo ya desapareciste sin que yo sepa bien por dónde, vuelvo al departamento repitiendo el número y lo sigo repitiendo cuando terminé de cenar y llega el momento de acostarme, aunque lo anoté en la última página del libro que estoy leyendo. A la mañana siguiente, mientras me pregunto cuál será la mejor hora para llamarte y si me vas a atender o no, suena mi celular y en la pantalla aparece el número que me repetí toda la noche. Apenas puedo respirar cuando te digo hola, pero no hace falta que te diga nada más porque hablás vos sin parar, querés verme en ese mismo momento, me aclarás que estás feliz, me preguntás si acepto que me visites, llegás en menos de quince minutos, nos besamos como cuando éramos jóvenes, nos desvestimos uno al otro como cuando éramos jóvenes, nuestros cuerpos se reconocen después de tantos y tantos años, hacemos el amor a la mañana y a la tarde, te vas al anochecer con la promesa de volver sin falta al otro día, tu marido te espera para cenar.
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