Cuando le preguntaron al señor K. cuál era el animal que más
apreciaba, nombró al elefante y fundamentó su predilección en los siguientes
términos:
-El elefante combina la astucia con la fuerza. Pero no es
esa astucia mezquina que basta para rehuir una asechanza o agenciarse la comida
sin llamar la atención, sino la astucia que dispone de la fuerza para realizar
grandes empresas. Dondequiera que haya estado este animal deja una amplia
huella. Pero es bondadoso y entiende las bromas. Es un buen amigo, como también
un buen enemigo. Ser tan grande y pesado no le impide ser veloz. Su trompa
lleva hasta su enorme corpachón los alimentos más menudos, incluso las nueces.
Sus orejas son intercambiables: sólo escucha lo que le conviene. También
alcanza una edad provecta. Y es un animal sociable, no sólo con los elefantes.
En todas partes es tan amado como temido. Cierta ironía ha hecho posible que
hasta pueda ser objeto de veneración. Tiene una piel muy gruesa, en la que los
cuchillos se quiebran. Pero su temperamento es tierno. Puede entristecerse y
encolerizarse. Le gusta bailar. Muere en la espesura. Ama a los niños y a otros
animales pequeños. Es gris y sólo llama la atención por su corpulencia. No es
comestible. Sabe trabajar bien. Le gusta beber y se alegra. Y algo hace por el
arte: suministra marfil.
(En Historias del señor Keuner).
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