1 de junio de 2008

La imagen de hoy: "Del poeta Fujiwara no Toshiyuki", de Hokusai


CUADERNO INFANCIA 7

La panadera. Es una mujer joven gorda, aunque con talle normal y un culo de tamaño desmesurado. Tiene el pelo castaño claro, casi rubio, recogido atrás y flequillo en la frente, ojos celestes, una nariz pequeña y una boca de labios carnosos que le dan un aire brutal. Camina con agilidad, con las piernas abiertas, como obligada por el propio peso de su cuerpo. Una tarde, yo tendré siete u ocho años y probablemente las clases ya han terminado, estoy en el pasillo que da a la casa de Adrián. Encendemos cohetes que sobresaltan a toda la cuadra. La mujer gorda sale de la panadería, que precisamente está ubicada justo frente a la casa de Adrián, y me pide que deje de tirar cohetes. Supongo que no le contestamos y seguimos encendiendo uno y otro. Después de unos minutos la panadera vuelve a salir y esta vez me amenaza. Me asegura que si no paro de tirar cohetes ya mismo me va a pegar. La idea de que la panadera me pegue me parece tan absurda –ya que no se justifica que me pegue por un cohete- como difícil de cumplir –no habría manera de que me dé alcance. Por lo tanto, como todavía me quedan algunos cohetes en el bolsillo, los uso. Y sin que yo logre advertirlo, cruza sigilosamente la calle desde la panadería y se prepara para pegarme. Tanto me sorprende que me alejo tan rápido como puedo. Sin embargo, en lugar de correr por la calle libremente sin peligro de que me atrape, no tengo mejor idea que meterme en el pasillo de la casa de Adrián, quizá convencido de que no va a entrar en una casa que no es de ella. Pero pago caro mi error de evaluación: la gorda entra y me pega bestialmente en la cabeza, en el cuerpo, en las piernas mientras no deja de recordarme que ella me lo avisó. Yo caigo al suelo tratando de protegerme como puedo, con mis brazos. Ela me sigue pegando y yo lloro desconsoladamente. La panadera insiste en que me lo advirtió y cruza la calle y entra triunfal en la panadería.