25 de mayo de 2017

Fragmento de una carta de Simone de Beauvoir a Nelson Algren, 18 de mayo de 1947.

Amado mío, no sé por qu esperé tanto a decirte que te quiero. Tan sólo quería estar segura, y no decir palabras fáciles y vacuas. Ahora, en cambio, me parece que el amor estaba ahí desde el principio. 

De todos modos, ahora sí está ahí: es amor, y me duele el corazón. Soy feliz de ser tan amargamente infeliz, y es dulce tener parte de esa misma tristeza. Contigo el placer era amor, y ahora el dolor también es amor. Hemos de conocer todos los tipos de amor. Conoceremos la alegría de encontrarnos y estar juntos de nuevo; la deseo, la necesito y la tendré. Espérame. Yo te espero. Te amo más de lo que nunca he dicho, más incluso de lo que tú sabes. Te escribiré muy a menudo. Escríbeme también tú muy a menudo. Soy tu esposa para siempre.
Tuya, 


SIMONE.

22 de mayo de 2017

Nietzsche: Lo que ve el poeta.


“El poeta es poeta únicamente porque se ve rodeado de figuras que viven y actúan ante él y en cuya esencia más íntima él penetra con su mirada. Por una peculiar debilidad de la inteligencia moderna, nosotros nos inclinamos a representarnos el fenómeno estético primordial de una forma demasiado complicada y abstracta. Para el poeta auténtico la metáfora no es una figura retórica, sino una imagen sucedánea que flota realmente ante él, en lugar de un concepto. Para él el carácter no es un todo compuesto de rasgos aislados y recogidos de diversos sitios, sino un personaje insistentemente vivo ante sus ojos, y que se distingue de la visión análoga del pintor tan sólo porque continúa viviendo y actuando de forma permanente. ¿Por qué las descripciones que Homero hace son mucho más intuitivas que las de todos los demás poetas? Porque él intuye mucho más que ellos. Sobre la poesía nosotros hablamos de modo tan abstracto porque todos nosotros solemos ser malos poetas. En el fondo el fenómeno estético es sencillo; para ser poeta basta con tener la capacidad de estar viendo constantemente un juego viviente y de vivir rodeado de continuo por muchedumbres de espíritus; para ser dramaturgo basta con sentir el impulso de transformarse a sí mismo y hablar por boca de otros cuerpos y otras almas”.

Friedrich Nietzsche, El nacimiento de la tragedia, parágrafo 8.