25 de julio de 2010

La imagen de hoy: "Joven trabajador", de Dix.

CUADERNO INFANCIA 56


Una noche en el colectivo de vuelta con Javier Saal. Acabamos de salir de un cumpleaños o algún otro evento por el estilo. Sutilmente saco el tema de las chicas de nuestro grado y me animo por fin a confesarle que estoy perdidamente enamorado de nuestra compañera de grado Silvia Meneset. Animado por mi revelación, a la pobre luz de ese colectivo de marcha lenta, Javier termina contándome que él está desde siempre enamorado de Patricia Alfíe Agregamos detalles de todo tipo, Javier ríe con su risa gruesa, sonora. Es el cenit de nuestra amistad. Sellamos un pacto de honor por el cual ninguno de los dos va a decir nada de lo que se habló en este viaje en colectivo. Tiempo después nos toca ir al teatro, a ver la obra “Chapatuti en Sandilandia”. Yo le he contado a Javier que después de la función voy a juntar valor y “me le voy a tirar a Silvia”, es decir, voy a pedirle que sea mi novia. Vemos la obra: Chapatuti es una mujer terrible que mantiene a sus trabajadores en un régimen implacable de explotación. Una de las frases del estribillo: “Pedro quiere ser inventor/ Pero no va a poder ser inventor/ Porque Chapatuti lo hace trabajar/ Todo el día sin parar”. La obra termina, subimos al escenario y probablemente por primera vez en nuestras cortas vidas tenemos contacto con los actores. Javier me mira y me pregunta “si me le voy a tirar o no”. Silvia está ocupada hablándole a la actriz que hace de Chapatuti sobre lo malo que es su personaje. Yo me siento agobiado: tengo que tomar a Silvia, llevarla a un rincón y preguntarle si quiere ser mi novia. Se me aparece como una tarea abrumadora que nunca voy a poder cumplir. Los padres empiezan a llegar para buscar a mis compañeros, lo cual me impone una urgencia que me acorrala segundo a segundo sin que yo logre vencer mi timidez. Me resigno a irme del teatro con una sensación de fracaso total. Por alguna razón pensé que tenía que aprovechar una salida como esa para mi declaración, que de ninguna manera podía realizarse en el colegio. Pero ahora, con todas las condiciones a mi favor, no he tenido el coraje para aprovecharlas. Todos se van, yo vuelvo en colectivo, solo y amargado. Tiempo después, con la intención de abrir el juego, con la convicción total de que lo estoy beneficiando, aprovecho un recreo para contar lo que hablamos con Javier durante ese viaje en colectivo. Es de mañana, estamos en el aula, la luz nos llega de la ventana que da a la avenida Avellaneda. Confieso abiertamente que a mí me gusta Silvia y me preparo a contar cuál es la elegida de Javier, que me pide que no hable, que no divulgue su secreto. Pero a mí ya no hay manera de pararme. Cuento todo lo que Javier me confesó. Javier se enfurece, se siente expuesto ante todos por mi culpa, me acusa con toda razón de ser un traidor. Yo quiero explicarle que es una manera de acercarnos más a las chicas del grado, pero no encuentro las palabras adecuadas. Javier se enoja y pierdo su confianza para siempre. A partir de ese momento, avergonzado y triste, me quedo un poco más solo. A partir de ese momento jamás voy a olvidar cuál es el valor de los secretos que otros nos confían.