5 de octubre de 2009

La imagen de hoy: "Desnudo con turbante verde", de Schiele

Agamben: Experiencia y vida contemporánea.


En el primer capítulo de Infancia e Historia, Agamben afirma que al hombre contemporáneo le ha sido expropiada su experiencia. O mejor dicho, “la incapacidad de tener y transmitir experiencias quizás sea uno de los pocos datos ciertos de que dispone sobre sí mismo.” Y evoca a Benjamin, quien afirmaba que la gente volvía de la guerra no más rica sino más pobre en experiencias compartibles. Agamben afirma que hoy en día no hace falta una catástrofe para efectuar la destrucción de la experiencia. Para ello alcanza perfectamente con la pacífica existencia cotidiana en una gran ciudad. “El hombre moderno vuelve a la noche a su casa extenuado por un fárrago de acontecimientos –divertidos o tediosos, insólitos o comunes, atroces o placenteros- sin que ninguno de ellos se haya convertido en experiencia”. Agamben afirma que esta incapacidad para traducirse en experiencia es lo que vuelve hoy insoportable la existencia cotidiana “y no una supuesta mala calidad o insignificancia de la vida contemporánea respecto a la del pasado” (por el contrario, tal vez la existencia cotidiana nunca fue más rica en acontecimientos significativos). En el siglo XIX lo cotidiano constituía la materia prima de la experiencia que cada generación le transmitía a la siguiente. “Cada acontecimiento, en tanto que común e insignificante, se volvía así la partícula de impureza en torno a la cual la experiencia condensaba, como una perla, su propia autoridad. Porque la experiencia no tiene su correlato necesario en el conocimiento, sino en la autoridad, es decir en la palabra y el relato. Actualmente ya nadie posee la autoridad suficiente para garantizar una experiencia y, si dispone de ella, ni siquiera es rozado por la idea de basar en una experiencia el fundamento de su propia autoridad”. Agamben afirma que lo que caracteriza al tiempo presente es que toda autoridad se fundamenta en lo inexperimentable y nadie podría aceptar como válida una autoridad cuyo único título de legitimación fuese una experiencia. La deslegitimación de la experiencia es lo que explica la desaparición de la máxima y el proverbio en los que la experiencia se situaba como autoridad. Estos han sido reemplazados por el eslogan, que aparece como el proverbio de una humanidad que ha perdido la experiencia. Sin embargo, esto no significa que las experiencias ya no existan. Lo que sucede es que tienen lugar fuera del hombre y éste las contempla con alivio. (Agamben considera el ejemplo de la visita a un museo o a un paseo turístico. Y afirma que no se trata de deplorar semejante realidad sino de tenerla en cuenta, ya que quizás en ese rechazo se esconda un germen de sabiduría que sea la semilla de hibernación de una experiencia futura). “Cuando la única experiencia posible es horror o mentira, el rechazo de la experiencia puede entonces constituir –provisoriamente- una defensa legítima”.

Citas extraídas de "Infancia e Historia", de Giorgio Agamben (pp.7-12).