6 de julio de 2009

La imagen de hoy: "Hombre ante el parapeto", de Seurat.

La ontología de Macedonio. Segunda parte.


Teoría del arte y la novela
Sobre esta manera de concebir el ser del mundo, sobre esta ontología particular Macedonio sienta las bases para su teoría estética que prescribe cómo debe ser el arte en general y la novela en particular. Macedonio concibe el ser, la realidad, el mundo como Sueño detrás del cual no tiene sentido concebir una sustrato que permanece inmutable a los cambios. El mundo como Sueño es un continuo de imágenes que se presentan como estados de una sensibilidad única, sin correlativos externos y sin radicación en un yo.
Pero si la naturaleza del Ser es de profunda irrealidad, entonces el Arte en general y la literatura en particular, deben tender a irrealizar tanto al Hombre como al Cosmos, es decir a permitir en el receptor de la obra artística la aprehensión de la profunda irrealidad que constituye el Mundo. La única verdadera Literatura o Prosa Artística es la que tiende no al realismo sino a perseguir –no discursivamente- el objetivo metafísico de cuestionar la existencia del mundo y la propia existencia.
Sobre esta idea de la función metafísica de la novela, Macedonio se plantea un uso del género que signifique una ruptura total con la tradición. En lugar de construir una tradición del género novela, Macedonio plantea su futuro. Macedonio se pronuncia contra el lector que busca lo que los novelistas le han dado durante toda la historia de la novela, la alucinación:

“Yo quiero que el lector sepa siempre que está leyendo una novela y no viendo un vivir, no presenciando ´vida’. En el momento en que el lector caiga en la Alucinación, ignominia del Arte, yo he perdido, no ganado lector”.

Las tentativas de alucinación de realidad en el Realismo son eficaces, pero no artísticas; al contrario, van directamente contra el Arte, que es por esencia lo sin realidad, lo limpiamente inauténtico, exento de la miseria informativa, instructiva. Quien escriba novelas no debe proponerse, como el periodista, procurar información acerca de la vida. Lo verídico sólo existe por documentación y es el campo de la Historia, no de la novela. Ésta debe tener como fin producir no un efecto alucinatorio –que es eficaz en el realismo, pero no artístico-, sino un efecto de extrañamiento o desidentificación. Este efecto es para Macedonio el único que justificaría la existencia de la literatura y que sólo la literatura puede elaborar. El extrañamiento se manifiesta bajo la forma de una emoción, que es la emoción de la vaciamiento de la certeza de vida, o en otras palabras, la emoción de inexistencia en el lector. Ahora bien, esta emoción jamás es ni puede ser comunicada por el autor al lector (lo cual implicaría una identificación de los estados sentidos por el lector, el personaje y/o el autor) sino que es provocada por el autor a través de técnicas que Macedonio denomina indirectas, pues no implican ni copia ni imitación. La novela debe utilizar tales técnicas de producción de estados psicológicos en otras personas, que no son los estados que siente el autor, ni los que aparentan sentir los personajes en cada momento. Para Macedonio, comunicar emociones, pretender tocar directamente el alma de los otros con combinaciones o exposiciones realistas es un esfuerzo vano. Lo único posible y artístico es la suscitación de las emociones.
A diferencia de Carpentier y Arguedas – que buscan la imitación de la realidad- en Macedonio, la novela, aparece como una batería de técnicas destinadas a que en el sujeto que lee esta idea de realidad se vea profundamente conmovida. Macedonio concibe la novela como arte, es decir como técnica. Fuera de la técnica no hay arte para Macedonio. Los “asuntos” del arte son extraartísticos, no tienen calidad de arte, meros pretextos para hacer operar la técnica.

“Todo el Arte está en la Versión o Técnica, es decir, en lo indirecto, y el horror del Arte es el relato y la descripción, la copia como fin en sí, la imitación del gesto y de las inflexiones de voz”.

Macedonio niega que exista algo así como la belleza natural. Sólo existe la belleza artística, por expresión estudiada, y tanto más artística cuanto más indirecta su técnica, cuanto menos realista, menos copia, menos información.
Para Macedonio, cuanto más pobre es el tema, hay más posibilidad de arte. La invención del asunto es un juego inocente frente a la riqueza de tramas y temas cotidianos. La novela debe tender a la pureza de una total omisión de motivación que caracteriza a la Música. Macedonio aspira a una Estética de mínimo de asunto o motivación, o una Estética de Horror al Asunto y de Obra de Arte por Encargo, lo cual significa que el artista no debe aceptar sino asuntos desabridos o antipáticos, 0dado que cuanto más gruesa la motivación, cuanto más asunto, menos hay de Arte. El artista debe trabajar sobre asuntos hallados y encomendados por otros. La novela será tanto más artística cuanto menos entusiasmo muestre por el asunto tratado, cuanto más responda a un plan voluntario de técnica, cuanto más consciente y pura sea esta técnica. Ý esta técnica debe ser indirecta: no debe buscar la enunciación ni la comunicación: la novela (como todo arte, de acuerdo con Macedonio) debe ser versión o procedimiento. Macedonio cree en el arte de trabajo a la vista, para lector consciente y hecho con recursos ostensibles. Un arte de asunto mínimo, sin jerarquía de valores de asunto, ni propugnación de tesis de ningún tipo, con sólo el valor de la ejecución o versión. Todo asunto que no es un mero pretexto, que tiene la pretensión inocente de que el lector crea por un instante lo que está ocurriendo, es nulo para el arte.
Al defender la independencia de la literatura de todo asunto, Macedonio afirma la absoluta autonomía de la literatura como práctica, la cual no debe nada a la tradición ni a la realidad presente:

“Libre sin límite sea el arte y todo lo que le sea anejo, sus letras, sus títulos, el vivir de sus culeros. Tragedia o Humorismo o Fantasía nada deben sufrir de un Pasado director ni copiar de una Realidad Presente y todo debe incesantemente jugar, derogar.”

El programa de Macedonio es el de una sujeción exclusiva a la verdad del Arte, la cual es intrínseca, incondicionada, auto-autenticada, y un total desacreditamiento de la verdad o realidad de lo que cuenta la novela. En otras palabras, afirma una estética de inventiva contra la estética realista. Y propone entonces la imposibilidad como criterio de arte. La novela debe cuestionar el determinismo, la serie causal interna a la estructura de la obra, debe invertir la ordenación temporal y causal de la novela tradicional para que el lector no tenga que detenerse a detectar y desenredar los hilos de la trama sino a seguir el cauce emocional que la lectura vaya promoviendo minúsculamente en él. Asimismo debe desafiar el criterio de verosimilitud y cuestionar tanto las ideas de identidad y continuidad de los personajes. Esta continuidad hace encantadores a los novelistas de la novela que el llama “mala”, la novela realista. Como vimos cuando examinamos su impugnación de la idea del yo, tal continuidad de los caracteres no existe en la vida y por lo tanto son poco realistas los escritores realistas. Macedonio se pronuncia contra los “personajes con fisiología”, los cuales son de estética realista y contra aquellos personajes que muestran que no saben lo que les sucede o de quienes el autor ignora lo que les sucede. Macedonio se burla:

“No se ve a nuestros protagonistas exclamar ‘¿qué es esto Santo Dios? ¿qué pensar? ¿qué hacer ahora? ¿cuándo cesará este sufrimiento?’”

Macedonio se niega a aceptar que los personajes parezcan vivir pues eso se produce cada vez que en el ánimo del lector hay una alucinación de realidad del suceso. Por el contrario, lo mágico del personaje, lo que nos posee y encanta de ellos, lo que solamente tienen ellos y su forma de ser es, no el sueño del autor (lo que éste les hace ejecutar y sentir), sino el sueño de ser, en que los personajes se ponen: Macedonio define ser personaje como soñar ser real. Y por eso postula que a un personaje sólo puede ocurrirle un único y gran suceso. Toda la literatura y toda la técnica del arte de las novelas debe dedicarse a que al personaje le suceda este único acontecimiento: que por una técnica exquisita, sutil, el novelista los pase súbitamente a la Vida. Y nos da un ejemplo sacado de Don Quijote, “una obra máxima de arte no consciente”:

“el Quijote se lamenta de que Avellaneda publique una inexacta historia de él; pensad esto: un ‘personaje’ con ‘historia’ ”. Sentiréis un mareo; creeréis que Quijote vive al ver a este ‘personaje’ quejarse de que se hable de él, de su vida. Aun un mareo más profundo: hecho vuestro espíritu por mil páginas de lectura a creer lo fantástico, tendréis el escalofrío de si no seréis vosotros, que os creéis al contrario vivientes, un ‘personaje’ sin
realidad”.


Este efecto de “mareo” o emoción de vaciamiento de la certeza de vida, de realidad, de ser, es el objetivo de la novela como arte postulada por Macedonio, la cual no usa los personajes para hacer creer en ellos –efecto buscado por el realismo pueril -, sino que trata de hacer desempeñarse como personas a personajes y de este modo convertir en personaje al lector, atentando permanentemente contra su certeza de existencia. Así cumple la novela su objetivo metafísico de impresionar de irrealidad al ser, al mundo, a la vida.


BIBLIOGRAFÍA
FERNÁNDEZ, M., 1975, Museo de la novela de la Eterna, Obras Completas, Tomo VI , Buenos Aires, Corregidor.
1997, Para una teoría de la novela, en Teorías, Obras Completas, Tomo III , Buenos Aires, Corregidor, 3ra edición.
1997, Para una teoría del arte , en Teorías, Obras Completas, Tomo III , Buenos Aires, Corregidor, 3ra edición.