3 de marzo de 2020

Monólogos en segunda persona 4: La mañana en el bar.




Salgo de mi casa, medio dormida, hace frío, está nublado pero el sol anuncia que va a a salir, veo un resplandor más allá de los edificios, me siento reconfortada por haberme puesto mi abrigo que tanto me gusta, me siento protegida, algo en el aire de la mañana me pone feliz y así recorro las primeras dos cuadras que me llevan a mi estudio donde en cuarenta y cinco minutos van a estar mis alumnos para su clase de los martes, miro mi reloj, tengo cuarenta minutos exactos para desayunar en el bar que tanto me gusta, me imagino que voy a comer tres tostadas con un café bien caliente, o tal vez dos medialunas, me digo que ya falta poco y en el preciso momento en que me toque sentarme en la silla al lado de la ventana, que siempre está libre como si me estuviera esperando, seguro voy a decidirme, y entonces por fin llego a la puerta, me dejo envolver por el calor agradable, por la atmósfera acogedora del bar, por la luz que entra por los amplios ventanales, busco con la mirada mi lugar junto a la ventana. Y entonces te veo. Estás sentado en mi lugar, justo ahí. Con ella. Me ves y te quedás con la mirada fija en mí durante unos segundos, como hipnotizado. No hacés ningún movimiento, sólo mirás, con tanta intensidad que hasta creo que vas a levantar una mano para saludarme. Pero eso es imposible.  Con tanta intensidad que ella trata de seguir la dirección de tu mirada y por eso gira su cabeza de pelo rojizo, corto,  y mira hacia el punto exacto en el que me encuentro. Y durante unas décimas de segundo alcanzo a ver por primera vez el color celeste de sus ojos, después giro la cabeza como buscando otra mesa, vuelvo a mirar hacia tu lugar, que es mi lugar, y todo ha vuelto a la normalidad, puedo ver la nuca de ella y te puedo ver a vos que ahora le dirigís toda tu atención, de pronto he quedado afuera del pequeño círculo que los envuelve, me pregunto qué voy a hacer, en ese momento Lucía la camarera se acerca y me saluda con un beso mientras me dice con un sonrisa que mi mesa está ocupada y me ofrece otra, no le respondo doy unos pasos como aturdida, llego hasta la puerta, tomo el picaporte pero no giro, me quedo como detenida en el tiempo y una señora muy anciana con un bastón me pregunta si voy a salir o no, me aparto de la puerta, le digo que no, que no, que no me voy a ir, vuelvo a mirar a Lucía que sigue con su sonrisa y me señala una mesa en la que me puedo ubicar, también al lado de la ventana. Por fin me siento, te busco pero Lucía se interpone entre vos y yo para preguntarme qué voy a desayunar, miro la hora, pasaron sólo algunos minutos pero perdí la noción del tiempo, digo sin pensar “medialunas” con café doble bien caliente, Lucía se da vuelta y se aleja, me queda tu imagen y la de ella de la cual puedo ver la nuca cubierta de pelo corto rojo, también vos me ves, otra vez con intensidad porque ella vuelve a girar la cabeza para tratar de definir a quién mirás con tanta atención, pero yo ya tengo un diario en las manos y cuando ella fija la mirada en mí ya finjo que estoy muy interesada en la lectura, me digo que esa mañana va a ser la mía, que ese día va a ser mío, que voy a salir del bar eufórica. Ella se levanta para ir al baño pero sin embargo pasa muy cerca de mí, miro su reflejo en la ventana y veo que me mira con atención, me doy cuenta que su paso se ha hecho lento para verme mejor,  puedo sentir su presencia tan cercana, hasta te diría que la puedo oler, entonces levanto muevo la cabeza, ella gira la suya, su paso se hace rápido ahora, sigo observándola pero sólo puedo ver su espalda que se aleja y se pierde en el pasillo que lleva al baño. Ahora me mirás con toda libertad pero yo desvío mis ojos hacia la ventana, no quiero esa complicidad con vos en ese bar que es mío, sé que no me quitás la vista de encima, llega el café, las medialunas, la taza está bien caliente, tomo un sorbo y doy el primer bocado, el café está de verdad caliente, ella vuelve a pasar a mi lado, esta vez sigue su camino sin vacilaciones, llega hasta la mesa que ocupa con vos, se sienta y vuelve a girar la cabeza para mirarme, yo me tapo la mitad de mi cara con la taza de café. Y entonces me decido, voy a hacer algo con lo que fantaseé durante tanto tiempo, como un deseo que apenas llegaba a mi conciencia y yo me ocupaba de anular, pero ahora se me hace necesario cumplirlo, ya no necesito pensar, termino mi taza de café, me limpio con la servilleta, saco mi espejo, me miro para comprobar que mi maquillaje está intacto, me arreglo un poco el pelo, me levanto, la chica que me atiende me mira como preguntándose adónde voy si todavía no pagué, le hago una seña que le indica que me cuide mi lugar, camino hasta donde estás vos, que me mirás como si vieras venir la peor de las desgracias, tu cara se desfigura y pierde el color, los labios se te ponen lívidos, no podés hacer nada para evitar lo que viene, ella te mira la cara y algo presiente, por eso gira la cabeza como tratando de mirar a lo lejos, pero ya estoy ahí, me tiene al lado, de pronto estamos cara a cara ella y yo, también ella se sorprende de tenerme tan cerca, finjo no darme cuenta, los saludo, te pregunto si no te acordás de mí, Sandra, que íbamos juntos a la facultad, tus ojos me dicen que no podés creer que esté haciendo esto, me contestás que no te acordás, te quedás pensando, después decís que puede ser, yo insisto, estudiábamos arquitectura, hicimos varias materias juntos, diseño 1, diseño 2, estructuras 1, historia, y algunas más, finjo que recuerdo que eras muy buen alumno, cuento que después dejé, te pregunto si vos al final te recibiste, me decís que sí, yo te cuento, les cuento, que al final dejé y ahora me dedico al teatro, soy actriz, pero cuando te vi, digo, se me dispararon los recuerdos y vine a saludarte, vuelvo a preguntarte si te acordás de mí o no, todavía no sabés qué contestar, te quedás con la mirada perdida, te veo ese gesto desesperado y apenas puedo contener la risa y ella te mira y me mira, como si adivinara que hay entre vos y yo un juego secreto que no logra captar, mide cada palabra que sale de mi boca, de pronto doy por terminada la sesión, te digo que fue un gusto verte después de tanto tiempo aunque no te acuerdes de mí, te saludo y la saludo, te quedás mirándome como congelado, vuelvo a mi mesa, no me siento, ella se da vuelta varias veces para mirarme y comentarte algo que no puedo adivinar qué es mientras vos seguís con la mirada fija en mí, dejo un par de billetes, le sonrío a la chica que me atiende, dejo de mirarte, me encamino hacia la puerta, salgo: de pronto el aire me parece más fresco y transparente que nunca, respiro hondo, quiero llenarme los pulmones de ese aire único, sonrío y largo una carcajada, camino una cuadra entera riéndome, sé que todo terminó apenas salí del bar, me vas a llamar y no te voy a atender y vas a insistir pero no voy a contestar, entonces unos pasos antes de llegar al estudio donde voy a recibir a mis alumnos saco el teléfono de mi cartera, lo apago y lo vuelvo a guardar.

Héctor Levy-Daniel