12 de marzo de 2010

La imagen de hoy: "Bertolt Brecht", de Grosz.

Marlon Brando habla de Charles Chaplin


En su autobiografía, Brando habla brevemente de su trabajo en La condesa de Hong Kong, dirigida por Charles Chaplin. Y habla de la película y de su director de este modo:
“Pero La condesa de Hong Kong” fue un desastre y, mientras la hacíamos, descubrí que Chaplin era quizás el hombre más sádico que jamás hubiera conocido. Era un tirano egotista y un amarrete que nunca quería gastar un centavo, que acosaba a la gente cuando llegaba tarde y que los retaba sin la menor piedad para que trabajaran más rápido. Lo peor de todo: trataba a su hijo, Sydney Chaplin, que interpretaba a mi ayudante, con toda crueldad. Enfrente de todos, lo humillaba sin cesar: ‘Sydney, ¡qué estúpido eres! ¿No tienes suficiente cerebro como para saber cómo poner la mano en un picaporte? Sabes lo que es un picaporte, ¿no es así? Todo lo que tienes que hacer es girar el picaporte, abrir la puerta y entrar. ¿No es fácil, Sydney?’
”Chaplin le hablaba a su hijo de esta forma una y otra vez, y todo el tiempo volvía a filmar las escenas sin motivo alguno, despreciándolo y no hablándole sino con sarcasmo”

“Un día llegué al set unos quince minutos tarde. Yo estaba en falta y no debería haberme demorado tanto, pero ocurrió. Frente a todo el elenco, Chaplin me retó, avergonzándome al decir que yo no tenía ningún sentido de ética profesional y que era una desgracia para mi profesión.
Como seguía reprendiéndome sin parar, empecé a sulfurarme.
Por último le contesté:
-Señor Chaplin, estaré en mi camarín unos veinte minutos. Si en ese lapso me pide disculpas, consideraré la posibilidad de no subirme al primer avión y volver a los Estados Unidos. Pero permaneceré allí sólo veinte minutos.
Fui a mi camarín y, en unos minutos, Chaplin golpeó la puerta y se disculpó. Después de eso, nunca se metió conmigo y terminamos la película sin más incidentes.
Chaplin no había nacido malo. Como toda la gente, era la suma de su herencia genética y de las experiencias de toda una vida. Todos estamos formados por nuestras propias miserias y desgracias. Sabía lo que era conmovedor, gracioso, triste, patético y heroico; sabía cómo apelar a las emociones de su público para conmoverlo y tenía un conocimiento intuitivo de la personalidad humana. Pero nunca aprendió el suyo.
Sigo cosiderándolo quizás el actor más grande que produjo el medio. Creo que nadie ha tenido nunca el talento que tuvo él; hace que todos los demás parezcan liliputienses. Pero como ser humano era una suma de contradicciones, igual que cualquiera de nosotros”.