13 de octubre de 2008

CUADERNO INFANCIA 26


Una noche papá recibe la visita de “La de Noble” y su marido. Una mujer morocha, de cierta energía, y su marido, un hombre de pelo cano, tez rosada y ojos claros. Son proveedores de papá y se ha formado una especie de hábito. Cada vez que vienen papá los recibe como una visita y se toman un café. Esa noche, el taxista que vive enfrente, cada vez más molesto por la proliferación de autos de la familia (cosa que molestaba a todo el barrio: Don Roberto, el inquilino de papá, con una sonrisa irónica: “Y Héctor? ¿A vos no te compran un auto?”) cruza la calle, toca el timbre y se queja de que el auto de no sé quién le impide estacionar su taxi. Papá sale, pregunta qué pasa. El taxista, un hombre de pelo corto, alto, más bien grandote aunque de espaldas estrechas, que parece siempre mal afeitado, insiste con su reclamo. Lo que quiere es que muevan el auto para que su taxi quede justo enfrente de la puerta de su casa. Papá le explica que en ese momento está con visitas y que lo están interrumpiendo. Papá sigue, se queja de tener que vivir una situación como aquella y pregunta “¿Pero dónde vivimos, dónde estamos, en Argentina o dónde?” La discusión se va apagando y papá vuelve al comedor principal donde lo esperan “La de Noble” y su marido cano. Pasan unos minutos y empieza a escucharse de pronto una voz grave empapada en alcohol. Es la del otro hombre que vive en la casa del taxista de enfrente, un gordo de panza monstruosa y cara muy rosada, casi calvo, de pelo blanco y también siempre mal afeitado. El gordo está en una especie de trance y sentado a la entrada de la puerta de su casa, en medio de la oscuridad, le dedica a papá un discurso. Enseguida entendemos que el gordo nos habla a nosotros y lo espiamos a través de las rendijas de la persiana del living. En medio de una corriente de palabras sin sentido hilvana una frase que vamos a recordar para siempre: “Qué tienen que decir de los argentinos”. Lo cual significa que interpretó la pregunta de papá sobre en qué país vivimos como un ataque directo contra la Argentina y sus habitantes, los argentinos. El gordo, que no ignora que somos judíos, en su borrachera resentida nos trata como si fuéramos extranjeros y se da el lujo de salir a la calle para increparnos.

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