29 de abril de 2009

CUADERNO INFANCIA 35


Un domingo a la tarde, quizá las siete o las ocho de la noche, en la puerta del cine. Es la función más avanzada de la película Bambi. Se supone que vamos a ver la película mamá y papá, mi hermana Gaby y yo. Papá ya ha sacado las entradas. Sin embargo, por alguna razón se me mete en la cabeza que no quiero entrar. Papá se asombra y me dice: “¿no querés entrar?” Yo digo que no. Papá insiste, me dice que ya tiene las entradas, que lo único que hay que hacer es entrar y ver la película. Yo me encapricho, me niego. Papá me pregunta si quiero que devuelva las entradas y yo le digo que sí. Papá va a la boletería y devuelve las entradas. Ahora no puedo recordar esta anécdota sin que me conmuevan la perplejidad de papá, su voluntad de conformarme aunque sin saber cómo, su desazón ante mi negativa. Sólo veinte años después, o más, veo Bambi, en video, junto a mi hija Milena.

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