29 de septiembre de 2009

CUADERNO INFANCIA 48


Un domingo de sol en la quinta de mi tío José, presumiblemente es verano, o por lo menos el fin de la primavera. La quinta de mi tío es el lugar al que muchas veces vamos para pasar los domingos calurosos de diciembre, antes que empiecen las vacaciones en Mar del Plata. Es un lugar al que asisten muchos tíos y tías, primas y primos y aparece en mi memoria a esta altura como un lugar muy agradable. Uno de esos domingos al mediodía todos se han ido a comer y yo estoy un poco retrasado, porque por alguna razón me quedé en la cancha de futbol que está en el fondo de la quinta. Cuando hago el camino de regreso hacia donde están las mesas servidas para el almuerzo paso, como siempre junto a la pileta. Presiento alguna agitación en el agua y me acerco. Mi hermana Gaby, que no llega a tener diez años, está sumergida en la zona más honda y lucha por hacer pie con gestos desesperados.Inmediatamente me tiro y la acerco a la zona playa de la pileta. En los alrededores no hay nadie más. Siempre nos repetimos la misma pregunta: qué habría pasado si yo no la hubiese visto.

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