26 de septiembre de 2009
CUADERNO INFANCIA 47
Un día de semana cualquiera, ya comienza a anochecer (aunque quizá son recién las seis de la tarde), si no me equivoco estoy en mi pieza de la casa de Emilio Lamarca, la que está justo al lado del baño. De pronto Eduardo sube las escaleras, entra en la habitación y cuenta (no sé si se dirige a mí) que ha conseguido entradas gratis para el Cine San Martín, que se inaugura en esa fecha. Yo no sé si llego a los seis años y le pregunto sin ninguna esperanza si también puedo ir. Para mi gran sorpresa Eduardo me contesta que sí. Yo no puedo creer que tengo tanta suerte. No puedo creer que Eduardo se muestre dispuesto a llevarme para ver un programa triple: Los vikingos, con Tony Curtis y Kirk Douglas, El lechero, con Dany Kaye, y una película cómica de agentes secretos de la cual lo único que puedo recordar es que en un momento el protagonista, para librarse de sus perseguidores, se mete un chicle en la boca, hace un globo, y prendido del globo se eleva hacia alturas en las que ya no puede ser atrapado. La melodía de Los vikingos la puedo recordar todavía hoy, más de cuarenta años después, como si la hubiese escuchado recién ayer. Nos sentamos adelante (no sé por qué los chicos tienen -¿o sólo teníamos?- esa costumbre de sentarse adelante. El esfuerzo para ver teniendo la pantalla tan cerca, hizo que me quedara dormido, creo que con Los vikingos. Sin embargo, la fascinación que me produce esta película persiste durante años.
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