15 de octubre de 2009

CUADERNO INFANCIA 49


La casa de mis tíos Jack y Elsa, en Ramos Mejía. Es 24 de diciembre y, como todos los años, estamos en lo de Elsa para festejar su cumpleaños. Como es de noche los festejos coinciden con los de Nochebuena y en todos lados se oye el estruendo de los cohetes. Yo también tengo mis cohetes en el bolsillo, pero no es fácil hacerlos explotar porque es una noche lluviosa. Subo a la pieza de servicio, en el último nivel de la casa. Allí están mis primos Gustavo y Juani, que encienden desde ahí los cohetes para tirarlos en el piso mojado de la terraza. Yo, que soy unos años más chico, los imito. Los cohetes explotan antes de mojarse y entonces todo tiene un sabor especial, raro, distinto. Tiramos un petardo, luego otro y otro. En algún momento, uno de mis petardos no va a parar a la terraza sino que pega en el marco de la puerta, rebota y queda adentro de la pieza de servicio. Ninguno de los tres se arriesga a tomarlo encendido para volverlo arrojar. Al contrario, instintivamente cada uno corre donde puede, antes que el petardo explote. Yo me escondo en el baño, en la oscuridad, y hasta cierro la puerta. Juani y Gustavo encuentran otros refugios. El petardo explota en el interior de la habitación de servicio. Yo salgo del baño y Juani y Gustavo ríen a carcajadas. Gustavo me señala, con razón, que mi manera de tirar es peligrosa ya que después de encenderlo echo el brazo hacia atrás para tomar impulso, cuando lo que debo hacer es arrojarlo directamente, apenas lo veo encendido. Seguimos así hasta que los cohetes se nos acaban. Yo he aprendido algo nuevo.

1 comentario:

Camara de teatro dijo...

Qué linda imágen....
En cualquier momento te mando lo mío.
Estoy con mucho laburo esta semana, y necesito pasar algunas cosas antes de mandartelo.
Besos,
Sandra.