GRISELDA: Es cada vez más terrible. Me levanto transpirada, agotada por los recuerdos de lo que pasó en mis sueños. Cada vez me encuentro conmigo misma en la misma situación: desnuda, saliendo de la bañera, mirándome en un espejo muy grande de forma oval. Mi cuerpo es perfecto en el sueño, mis senos tal como son en realidad, medianos redondos, firmes, mi panza un poco sobresaliente. Pero mi vello púbico en el sueño no existe. Me miro en el espejo y me doy cuenta y me llevo la mano para tratar de entender qué es lo que me ha pasado. Y entonces escucho la voz de mi madre que me llama. En ese mismo momento el espejo se empieza a empañar, el vapor lo invade todo y entonces no puedo reconocer mi silueta. El llamado de mi madre se hace cada vez más insistente y más claro. Trato de responderle pero no puedo. Y en ese momento es cuando se produce lo extraordinario: alguien aparece dentro del baño y me toma por atrás. Me acaricia los senos, me acaricia el vientre y el pubis. El vidrio se desempaña súbitamente y yo entonces puedo advertir que el vello me ha crecido nuevamente de manera brutal. Mi pubis se ha convertido en una maraña que invade mi ombligo y el nacimiento de mis piernas. Trato inútilmente de saber a través del espejo quién es el que me ataca, pero obviamente esta persona sabe ocultarse muy bien detrás de mi espalda. Sin embargo puedo ver sus brazos, que en algunos momentos aparecen cubiertos de vello masculino y otras veces parecen los de una mujer joven. Gimo y mi madre golpea entonces la puerta y me ordena que salga. Yo decido que no voy a salir hasta que no alcance mi orgasmo. Mi madre vuelve a golpear la puerta y me amenaza, pero los dedos del invasor se ocupan ahora de mi sexo y me mantienen extática. Puedo darme cuenta de que mi madre está oyendo mis gemidos, mis gritos, la manera en que llego al clímax. Y entonces ya no golpea. Trato de conocer nuevamente a mi invasor sin rostro. Giro sobre mí misma para verlo pero entonces el invasor deja de tocarme, desaparece. Yo me encuentro nuevamente frente al espejo, como en el principio del sueño. Mi madre vuelve a llamarme. Cuando me despierto tengo la mano entre mis piernas; la humedad me llega hasta las rodillas.
La pieza “Serena danza del olvido” de Héctor Levy-Daniel fue estrenada en el Teatro del Pueblo en diciembre de 2004 bajo la dirección del autor. Fue galardonada con una Mención de Honor en el Concurso Internacional Tramoya 2000 de la Universidad Veracruzana, México y el Premio Argentores a la mejor obra de teatro del año 2004 y el Tercer Premio Municipal de Dramaturgia bienio 2004-2005.
Aunque este monólogo sirvió para la construcción de uno de los personajes de la obra, no forma parte de la misma.
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1 comentario:
Estremecedor, Héctor.
Martha
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