18 de enero de 2011

CUADERNO INFANCIA 57


Algunas anécdotas sobre mi tío Jack. Tengo tres anécdotas que hacen que pueda asociar a Jack con momentos maravillosos de mi primera infancia, cuando todavía no he cumplido seis años y pasamos las vacaciones cada enero en Mar del Plata, en un departamento de la calle Avellaneda, en Playa Grande. En las tres Jack se me presenta como una persona sensible. En el primero de los recuerdos, estamos en Playa Grande, es un día sin sol. Jack me dice “vamos al agua”. Se supone que no vamos a ir sólo él y yo sino también sus hijos, mis primos Gustavo y Liz, y mi hermano Eduardo. Yo le digo que no puedo porque recién comí. Jack me pregunta qué comí y yo le cuento que una empanada. Jack: “¿una empanada? ¿tanto lío por una empanada?” Con cariñosa insistencia me convence y todos nos metemos en el mar. En la segunda, estamos en la habitación del fondo del departamento de la calle Avellaneda. Papá y mamá han tenido que volver a Buenos Aires para asistir al entierro de Elías, el marido de Sara, la hermana mayor de mi papá. Ahora que lo pienso no sé por qué Jack no volvió también a Buenos Aires, pero supongo que a esta altura nunca lo voy a saber. Jack y Elsa seguramente han venido a buscarnos para ir a la playa, y los dos están dentro de la habitación. Probablemente en la pieza estamos Carlos, Eduardo, Gaby y yo. La habitación cuenta con dos camas marineras (es decir, una cama apoyada sobre otra) y yo estoy sentado recostado en una de las de arriba. En ese momento, suena el timbre y alguien trae un telegrama. Jack se ocupa de abrirlo y leerlo. El telegrama dice “Perla tuvo un varón”. La mujer de mi tío Carlos, el hermano menor de mi papá, ha tenido un hijo. Todos los que estamos dentro de la habitación aplaudimos, jubilosos. En la tercera yo estoy en la puerta con alguien más, es un día luminoso de un cielo celeste impecable, probablemente ya es mediodía y Jack llega con su mujer y sus hijos en su auto. Jack anuncia que va al balneario Costa Azul, en Punt Mogotes y dice que entonces nos vemos todos allí. En la última, Jack nos lleva a Gaby y a mí al parque Don Orione. El auto de Jack tiene un techo corredizo y entonces les permite a sus hijos asomar la cabeza a través del techo mientras el auto avanza por la avenida. Yo pido también poder asomar la cabeza sin demasiadas esperanzas. Sin embargo, mis primos me ceden el lugar y yo por primera vez en mi vida asomo la cabeza y tengo una impresión inolvidable al sentir el viento en la cara.

1 comentario:

Unknown dijo...

ME ENCANTO EL RELATO DE ESTAS VIVENCIAS, YA QUE SOY SU PRIMO VICTOR HUGO Y ME EMOCIONA EL REENCUENTRO CON LAS SENSACIONES QUE VIVI EN ESE MISMO DEPARTAMENTO DEL CUAL TAMBIEN TENGO ANECDOTAS Y RECUERDOS INOLVIDABLES.