26 de febrero de 2020

Monólogos en segunda persona 2: Julio.


Resultado de imagen de una cama deshecha
Ella: me levanto de la cama sin hacer ruido, pero no hace falta, dormís como si fueras de piedra,  ya entra la luz por la ventana, la persiana de la habitación está a medio cerrar pero imagino que nada podría despertarte. De todos modos, me cuido, no quiero que nos crucemos, quiero irme ahora mismo, por eso levanto con cuidado mi vestido y mi saco, mis zapatos, mi cartera, me quedo pensando si hay algo más que tengo que llevarme, me voy a la cocina, empiezo a vestirme, me acuerdo que dejé mi reloj en la mesa de luz, entonces vuelvo, el parqué cruje bajo mi pie derecho, pisé justo en el lugar donde debajo del piso se nota un hueco, te movés, yo me quedo paralizada, girás todo el cuerpo en la cama, sigo inmóvil suplicando que no levantes la cabeza y me veas, ya estoy vestida y no sé qué explicación voy a darte, pero te tapás la cabeza con la almohada y yo vuelvo a respirar. Tomo mi reloj y me voy casi corriendo a la cocina, abro con mucho cuidado la puerta de servicio, me pongo los zapatos, me cuelgo la cartera, toco el botón del ascensor pero como siempre no funciona, bajo por la escalera los tres pisos, salgo a la calle, parece que el portero me está esperando para saludarme, me dice “buen día”, yo le digo “buen día”, pongo mi mejor sonrisa, siento el frío de la mañana en la cara, cruzo la calle en el mismo momento en que veo venir un taxi a unos treinta metros, me ubico del lado del sol, levanto el brazo, el taxi para y me lleva a mi casa. Sé que no me vas a perdonar que me vaya así,  pero no tengo más remedio, no me atreví a decirte que Julio vuelve hoy de su viaje y tengo que esperarlo en casa porque no tengo ningún pretexto para no estar esa mañana en casa porque él sabe que estoy de vacaciones en el trabajo y espera que esté ahí para recibirlo después de diez días. Empiezo a dudar de cuál era exactamente la hora de llegada del avión, estoy segura de que me dijo a las 9 y ya son las nueve y diez, pero de pronto no estoy segura si era a las 9 o las 8 y si era a las ocho entonces ya está en casa. El taxi llega por fin, me bajo, entro en el departamento, estoy muy nerviosa, no hay ningún rastro de Julio, voy corriendo a la habitación, abro la persiana y dejo entrar la luz, abro las ventanas para ventilar después de tantos días de encierro, abro la cama, revuelvo las sábanas y las almohadas, me meto en la ducha, me baño a toda velocidad, me seco todavía más rápido, huelo el vestido y la ropa interior que usé en tu casa, tienen el olor a cigarrillo negro que vos fumás, meto el vestido y la ropa interior en el lavarropas, lo lleno con otras prendas y lo enciendo. Justo en el momento en que el lavarropas empieza a funcionar escucho que suena el celular. Corro, estoy demasiado alterada, pero no me puedo imaginar que ya sos vos. Pero sos vos. No sé si atenderte o no. Me parece imposible no atenderte, acabamos de dormir juntos pero si te atiendo la conversación se va a extender y va a llegar Julio y voy a tener que cortarte y todo va a ser todavía peor. Pero te atiendo. Me preguntás si me volví loca, si me volví totalmente loca, se te nota muy enojado y al mismo tiempo dormido, me contás que te levantaste y me buscaste por toda tu casa, me preguntás por qué me fui, por qué me fui después de semejante noche, por qué me fui sin avisarte que me iba a ir, por qué no te avisé anoche que me iba a ir, no podés dejar de hacer preguntas, hablás solo sin parar, y mientras tanto yo pienso qué decirte,  pienso qué puedo decirte para tranquilizarte y qué puedo hacer para esquivar el momento de confesar que vine a recibir a Julio, y no termino de pensar en que Julio va a venir cuando escucho el sonido de la llave en la puerta, es él, es Julio que acaba de entrar mientras vos no dejás de hacerme preguntas, lo primero que me pasa por la cabeza es cortarte, pero algo me lo impide, y me voy al baño con el teléfono, abro la ducha y cierro la puerta, y entonces detengo tu catarata de palabras diciéndote que te quiero, que te quiero y ya te extraño, pero que me tenía que ir y que ya te lo voy a explicar, corto, el teléfono vuelve a sonar con tu número pero ya desactivé el sonido, entonces lo apago, lo guardo, me quito la bata en el mismo momento en que oigo los golpes de Julio en la puerta del baño, dejo caer la bata en el piso, me meto otra vez en la ducha tan rápido como puedo, vuelvo a oír los golpes en la puerta, los golpes y la voz de Julio que me llama y entonces le respondo con entusiasmo, un entusiasmo real, no fingido, porque también estoy contenta de verlo, escucho que Julio entra, abre la cortina de la ducha, está vestido con camisa blanca y corbata azul, seguramente ya dejó el saco en el sillón principal del living como hace siempre y ahora está ahí, enfrente de mí que estoy bajo la ducha, Julio me tiende los brazos y eso me llena de amor, cierro la llave de la ducha a toda velocidad, salgo tan rápido como puedo, me resbalo pero Julio me sostiene con sus dos brazos fuertes, con mi cuerpo le empapo la camisa y la corbata mientras me abraza con toda su energía, me besa, nos besamos más y más, vamos desplazándonos hasta llegar a la cama, no dejamos de besarnos ni por un momento, ya no pienso en vos, Julio se separa, pone su boca ahí, entre mis piernas, y ya no pienso en vos, no me acuerdo de la noche, ni de los días juntos ni del teléfono apagado en el cajón, tendida en la cama alcanzo un éxtasis como si nunca hubieras existido.

Héctor Levy-Daniel

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