8 de julio de 2008

Cine. Reseña intempestiva. Caché, de Michael Haneke.


Cinco videos (y los inquietantes dibujos que los acompañan) constituyen los núcleos básicos de la estructura de este film.
Estos videos hacen avanzar la acción y, a medida que los protagonistas van conociendo su contenido, la incertidumbre y la angustia acompañan el desarrollo de una trama que de nunca deja de sorprendernos.
La primera toma de esta película es precisamente la grabación en video del frente de la casa en la que viven Georges (Daniel Auteil), Anne (Juliette Binoche) y el hijo de ambos, Pierrot. Casi inmediatamente nos enteramos de que ellos han recibido la cinta en su propia casa (una cinta en la que se lo ve salir a Georges, en el instante de ir a trabajar) y precisamente en ese momento examinan las imágenes, al tiempo que se preguntan qué quiere decir, por qué se lo envían a ellos, quién lo pudo haber enviado, qué significa el dibujo que vino en el sobre junto con la cinta (un tosco dibujo aparentemente hecho por la mano de un niño).
Una noche en la que el matrimonio ha recibido a cenar en su casa a algunos amigos, reciben el tercer video. Aunque Georges trata de mantenerlo en secreto, Anne les cuenta el momento por el que están pasando y esto lo anima a compartir la proyección de la cinta con las visitas. Las imágenes que se ven ya no son las del frente de la casa del matrimonio sino las de la casa de la infancia de Georges. Este acude entonces a ver a su madre (Annie Girardot) a quien trata de interrogar sobre Majid. Su madre responde que hace ya mucho tiempo que no piensa en él, por lo cual Georges no puede avanzar demasiado en su interrogatorio. El cuarto video es otra vez examinado por Georges y Anne sin otra compañía. La cámara ha grabado a través del parabrisas el desplazamiento de un automóvil que avanza a velocidad media hasta doblar en una avenida llamada Lenin. Luego la cámara se desplaza por el oscuro pasillo de un edificio hasta detenerse en la puerta de un departamento que ostenta el número 047. Georges comete el error de decir en voz alta que tiene una corazonada. Pero como se niega a dar más explicaciones a su mujer, esta se enfurece y le exige que le diga de qué está hablando. George no se atreve a hablar. Lo vemos luego frente a la habitación 047, en la que vive Majid, quien lo reconoce en seguida aunque Georges todavía tarda unos instantes en saber con quién está hablando. Tienen un diálogo sobre un pasado que desconocemos, Majid niega saber de qué video le habla y Georges lo amenaza, sale, llama a su mujer y le dice que su viaje por la avenida Lenin hasta la habitación 047 ha sido infructuoso pues no encontró a nadie.
Sin embargo, la imagen siguiente nos repite la misma escena que acabamos de presenciar pero tomada desde un ángulo diferente, lo cual nos hace advertir de inmediato que ésa es la perspectiva de la cámara, lo cual implica no sólo que todo el encuentro entre Majid y Georges ha sido grabado sino que además el video le fue enviado directamente a Anne, que con gesto irónico lo examina junto a su marido en la pantalla de su televisor. Georges pide disculpas por haber mentido. Y para compensar su acción se ve obligado a contar la historia que lo une a Majid desde la infancia: la masacre de argelinos (entre los que estaban los padres de Majid) perpetrada por la policía francesa, la adopción de Majid por sus padres, su profundo fastidio por haber perdido su lugar de privilegio de hijo único. Georges cuenta que sólo era cosa de niños y que él decidió decir mentiras acerca de Majid tan sólo para sacárselo de encima. Recalca que él sólo tenía seis años con lo cual, supone, queda eximido de toda responsabilidad. Todo el relato deja perpleja a Anne, que no pregunta en qué consistían específicamente esas mentiras.
En una reunión con uno de los gerentes del canal de TV en el que trabaja como conductor de un programa cultural, Georges se entera de que las copias del video se están multiplicando y pueden llegar a lugares que de ninguna manera puede prever. La sensación de amenaza sostenida desde el inicio de la película tiene en este momento uno de sus picos de tensión. Georges visita nuevamente a Majid, que vuelve a negar cualquier vinculación con los videos. Vuelve a su casa y se encuentra con que Pierrot ha desaparecido. No ha vuelto del colegio y eso hace suponer que está secuestrado. Y acá hay algo que es muy importante, aunque parece casual: Anne le da estas noticias mientras la TV encendida nos transmite imágenes de Irak y del conflicto de Oriente Medio. Aparece el presidente de Italia. Queda en evidencia la presencia de Occidente en Oriente. La policía acude de inmediato a la casa de Majid y lo apresan junto a su hijo para interrogarlo. Pero Pierrot aparece y queda en claro que las presunciones sobre un posible secuestro carecían de sustento. A su vez Majid logra que Georges lo visite una vez más en la habitación 047. Delante de él toma un cuchillo y se degüella. Georges, de vuelta en su casa, totalmente consternado le cuenta toda la verdad en la oscuridad de su habitación (es sugestivo el detalle de que Georges le pide a Anne que no encienda la luz). Ahora él no tiene más remedio que contar de qué manera se libró de Majid
(Georges le dice a Majid que su padre quiere que mate al gallo. Georges lo mata, la sangre del gallo mancha el rostro de Georges, que cuenta que aquél lo hizo para asustarlo). Georges por fin ha expuesto antes su esposa toda la culpa que lo ha atormentado desde entonces. Al ir a su trabajo, George se encuentra con el hijo de Majid que lo persigue por el edificio del canal de TV, para hablar con él. Como Georges se niega, Majid amenaza con un escándalo y ambos terminan en el baño. Georges lo acusa de haber filmado y enviado los videos. El hijo de Majid lo niega y lo acusa a su vez de haber privado a su padre de una buena educación. Georges niega tener la culpa del destino de su padre.
En la escena siguiente, Georges, exhausto, se dispone a dormir. Y entonces se nos presenta un sueño que es también un flash back. Un plano total en el que se ve a lo lejos la llegada del auto que viene a buscar al niño Majid. Este escapa, es atrapado, grita, es metido a la fuerza en el auto, grita, el auto parte, grita todavía más que no quiere irse de allí, no quiere partir. Entendemos en esta escena desgarradora lo que significa para el niño Majid vivir en esa casa, junto a una familia, después de perder a sus padres.
En la última toma, la fachada del colegio de Pierrot. Una gran cantidad de alumnos hablan, presumiblemente es el mediodía o la primera tarde. Sobre el costado inferior izquierdo de la pantalla, apenas perceptibles para quien prestan muchísima atención, Pierrot y el hijo de Majid tienen una conversación cuyo contenido desconocemos. Luego Majid se va.

Según Haneke (que expone su opinión en un extenso reportaje), es una película sobre la culpa. Lo cual es absolutamente innegable. Sin embargo, el hecho de que las víctimas en esta película cuya acción transcurre en Francia, sean argelinos o hijos de argelinos, inevitablemente le da una dimensión intensamente política. El tema es entonces la exclusión de los otros y lo que esa exclusión inevitablemente genera: cuentas que quedan pendientes, que se sabe que en algún momento habrá que pagar, con la consiguiente sensación de amenaza que se cierne no sólo sobre nuestras vidas sino sobre la de todos los que nos acompañan. Porque se tiene la sensación de que esas cuentas pendientes pueden ser pagadas por cualquiera, estén o no involucrados en la historia. En el mismo momento en que alguien excluye o humilla pareciera que inmediatamente se instala en su alma un temor que muchas veces permanece oculto: el temor de que el otro tome revancha, intente desquitarse por la injusticia sufrida. Y entonces cada gesto del excluido inevitablemente se interpreta como amenaza. Es esta amenaza la que sobrevuela durante toda la película, contada desde la perspectiva de quien tiene que convivir con su mala conciencia. Pero desde la perspectiva de los excluidos y humillados podemos interpretar el terror (que muchas veces incluye la propia inmolación, que es precisamente lo que hace Majid delante de Georges) es una respuesta brutal y desesperada a un largo proceso de oprobio y degradación. Esta historia, que está contada en términos individuales, podría sin embargo ser vista también como una gran alegoría acerca del sojuzgamiento de Argelia por el régimen colonialista francés. Sin embargo, el telón de fondo de la guerra de Irak (que aparece precisamente en el momento en que la amenaza se hace más patente y virulenta: cuando el espectador teme que la amenaza se haya concretado para cobrarse la vida de Pierrot) nos habilita para darle al film un significado más vasto: una meditación trascendental sobre los efectos de los mecanismos de exclusión que los países del norte cada día perfeccionan más para protegerse de la amenaza que significan los excluidos del mundo.

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