18 de julio de 2008

CUADERNO INFANCIA 18


Como he llegado al colegio Maimónides dos meses después del inicio del año escolar, la maestra de hebreo de modales suaves le ofrece a mamá quedarse después de hora conmigo para enseñarme a leer y escribir con caracteres perfectamente desconocidos, de derecha a izquierda. Lo que debió haber sido para mí una catástrofe, fue por el contrario, gracias a la bondad y dulzura de esta maestra, una experiencia inolvidable. Puedo recordarla junto a mí, los dos recortados por una luz amarilla que viene de la única lámpara encendida, cuando el sol ya se ha ido, cómo me enseña con una voz dulce y paciente el valor de cada una de las letras, el significado de las primeras palabras, la fonética de ese nuevo idioma. Es un recuerdo que me produce intensa nostalgia aun cuando al día de hoy apenas puedo reproducir en hebreo dos o tres frases.

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