12 de julio de 2009

Cine. Reseña intempestiva. El desprecio (Le Mepris), de Jean Luc Godard


En la primera escena del film, Paul (Michel Piccoli) y Camille (una Brigitte Bardot de belleza descomunal) mantienen un diálogo amoroso, en la cama. Camille, boca abajo, totalmente desnuda, le pregunta a su marido si le gusta cada una de las partes de su cuerpo. Sobre el final de esta escena, Camille afirma que quizá pase a buscar a Paul a Cinecittá (los estudios de cine italiano), donde aquél se encontrará con Jerry, un productor norteamericano que lo ha citado allí.
El encuentro entre Camille, Paul y Jerry en Cinecittá y sus consecuencias constituirán la médula de la narración.
Paul y Jerry (Jack Palance) se encuentran en Cinecittá y a pesar de que cada uno ignora el idioma del otro, logran comunicarse gracias a los buenos oficios de la intérprete. Jerry le cuenta que él va a producir una versión de La Odisea dirigida por Fritz Lang y le ofrece a Paul una reescritura del guión. Palance compone con pocos trazos una figura totalmente autosuficiente, implacable, megalómana, soberbia aunque no del todo desagradable. En una escena notable, Jerry le muestra en un microcine de Cinecittá algunas de las tomas realizadas hasta el momento por el director. Y lo curioso es que el propio Fritz Lang está allí, junto a los dos personajes de ficción, interpretándose a sí mismo como un personaje medido, inteligente, preciso. En contraste, Jerry se comporta como una especie de simio vestido con traje y corbata. Le ofrece un cheque a Paul por la escritura y éste lo guarda en su bolsillo en señal de aceptación.
Ya fuera del microcine, con un sol de mediodía, Paul se encuentra en una de las desoladas calles de Cinecittá, cuando siente el llamado de Camille. En el mismo momento en que Paul y su esposa están cada uno en un lado de la calle y ella se dispone a cruzar para abrazar a Paul, pasa entre ellos a gran velocidad el Alfa Romeo rojo conducido por Jerry, a manera de señal anticipatoria de lo que viene, lo cual difícilmente puede ser previsto por el espectador. Paul presenta a Camille a Jerry y a Lang. Inmediatamente Jerry la invita a su casa. Ella no se niega pero afirma que debe consultarlo con Paul. Jerry insiste, Camille duda y Jerry sugiere que vaya con él en el Alfa Romeo y deje que Paul se tome un taxi. Paul asume una actitud indiferente, le indica a su mujer que vaya en el auto con Jerry que él los seguirá. El aire indolente de Paul genera en Camille confusión y perplejidad a las que la cámara de Godard les da todo su valor. En la escena siguiente, cuando Paul llega a la casa de Jerry, se advierte que su mujer no se siente cómoda en el lugar. Se la ve contrariada, triste, fastidiosa. Paul afirma que va a lavarse las manos, entra en la casa, se encuentra con la intérprete, mantiene con ella un breve diálogo que quiere ser seductor. Cuando se separan, Paul le da unas palmadas en la cola en el preciso momento en que entra Camille y lo sorprende. Todo esto no hace más que intensificar el malestar entre ambos.
Ya vueltos a su casa, se produce entre los dos un largo intercambio en el que ella expresa todo su malestar. Camille culmina confesando que ya no lo quiere más a Paul, lo desprecia y ya nada podrá ser igual entre ellos. Paul presiente que su mujer habla en serio y le pregunta si tiene que ver con las palmadas a la intérprete. Pero Camille se mantiene hermética y se niega a explicitar las verdaderas razones de su malestar y su desprecio. En medio de la discusión Jerry telefonea para invitarlos a la isla de Capri donde se van a rodar algunas de las escenas de la película de Lang.
En Capri se repite la situación: Jack Palance le pide a Camille que viaje en su lancha con él hasta la casa en la isla. Camille afirma querer estar con su marido. Pero Paul le sugiere que vaya con Jerry ya que él se quedará con Lang para hablar de la Odisea. En una réplica del sentido de la escena de Cinecittá, (Bardot en el auto), ahora la mujer de Paul, de pie en la lancha, se queda con la mirada fija en Paul mientras la lancha se aleja.
Paul y Fritz Lang discuten sobre el significado del viaje de Ulises y de su relación con Penélope. Paul afirma una hipótesis: lo que Penélope no le puede perdonar a Ulises es que no la haya cuidado de los pretendientes. Lang le señala que sin embargo Ulises se ocupó de matarlos, pero para Paul eso significa demasiado ya que los hombres que dichos pretendientes no representaban para Ulises un verdadero desafío, pues él era claramente superior. Paul prosigue: lo que Penélope no puede disculparle es que haya sugerido que acepte los regalos de los pretendientes.
Paul encuentra en esta interpretación del viaje de Ulises un reflejo de su propia conducta y una explicación de la actitud adoptada por Camille. Como si los motivos del malestar de su esposa se hubiesen aclarado de repente, Paul se dirige a la isla para encontrarse con ella. Y desde el piso superior de la casa ve a través de la ventana que Camille y Jerry se están besando. Poco después, Paul le informa a Jerry que desiste de la escritura del guión. Indudablemente considera esta renuncia como un modo de recuperar a su mujer y en un acantilado le pide que dé por olvidado el episodio para retornar a su vida matrimonial. Pero ella se niega a volver con él y se arroja al agua para nadar desnuda mientras Paul se queda dormido. Cuando despierta se oye en off la voz de Camille que le informa que lo ha dejado y se ha ido con Jerry a un hotel en Roma.
El viaje de Camille y Jerry en el Alfa Romeo rojo termina mal. Paul es informado, se despide de Fritz Lang, quien se dispone a filmar el instante en que Odiseo avista la tierra de Itaca, luego de diez años de peregrinaje. La última palabra del film la dice Lang: “silencio”.
El título del film Le Mepris, se refiere a la reacción que produce en Camille la indolencia de Paul, su falta de voluntad para interponerse entre ella y su poderoso pretendiente. Esta indolencia, paradójica y trágicamente, la entregan a los brazos de Jerry, que no ha hecho nada para merecerla. Lo extraordinario del film es que el adulterio no es una causa del alejamiento y la falta de comunicación (común en cualquier historia constituida por un triángulo amoroso) sino una consecuencia entre otras.

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